Por aquí la primavera es una huida de ropa,
un brotar de sillas en la acera,
el crujido de los plásticos de los coches,
y luego pequeños detalles,
como una familia de patos enfilada por el borde de la calle,
un pajarito caído del árbol,
feriantes con rinoconjuntivitis
o el parque cada vez más lleno de gazapos.
Por aquí la primavera es caer en la cuenta
de que siguen vendiendo helados en el súper
y hacerse selfies con gafas de sol de colorines.
En el lugar del que vengo todo es distinto:
los arroyos parecen sábanas deslizándose
largos y blancos como tus piernas en diciembre,
hay rebaños de cigüeñas pastando
en praderas salpicadas por un acné de granito,
y diez vacas color canela al lado de una carreterita
que gatea inocente hacia el silencio
de jubilados al sol en los poyetes
mirándose a los ojos todavía.