Algún día tendremos que dejar de sentirnos
culpables por todo,
de probarnos futuros en otros ojos,
de desvestirnos la vida en otros cuerpos
y olvidarnos el alma colgada en el vestíbulo.
Algún día tendremos que dejar de equivocarnos
-nosotros,
que pasamos por el tiempo inflando globos
para verlos volar anárquicos
en un éxtasis de segundo y medio-,
besaremos despacio,
follaremos el tercer sábado del mes,
prepararemos los domingos la comida
para toda la semana.
Algún día nos enamoraremos de unos zapatos,
andaremos por el mundo de puntillas
por miedo a que la vida nos salpique el bajo de los pantalones,
nos peinaremos a raya,
dejaremos de colarnos en los museos
y torceremos el gesto al amanecer
viendo a los jóvenes salir de las discotecas.
Nos daremos siempre la crema solar en la piscina,
empezaremos a afeitarnos a diario,
haremos un sitio a las camisas planchadas,
a los cereales integrales,
a los best-sellers,
a los cinturones.
Algún día caminaremos deprisa
por los sitios de siempre,
miraremos de frente al suelo y a los problemas,
nos preocuparemos por los precios,
por el euríbor,
por el tiempo de cocción
y las horas de sueño,
por las instrucciones de lavado,
la revisión oficial del automóvil,
las calorías.
Abriremos las cartas del banco, algún día.
Algún día diremos cosas como
“ya lo entenderás cuando seas mayor”
o “qué sabrás tú de la vida”
mientras hacemos aspavientos con los brazos
como estrellas de cine mudo.
Viviremos en blanco y negro
y recordaremos en color y en secreto
camas,
pieles,
suelos
por donde andábamos descalzos.
❤
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