Resbala espesa la memoria por las paredes de la vida;
derretida gotea sobre el presente.
Se solidifica luego. Cruje.
Se parte la memoria por los sitios de siempre:
años-de-vidrio-que-se-hacen-añicos
contra el suelo.
El olvido se anuncia como un carnaval de sombras.
Los nombres desaparecen antes que las caras.
Las fechas, los paisajes, las escenas…
Todo desaparece antes que las caras.
El olvido corroe verdades y pieles. Pulsaciones y aire.
Quedan huérfanas las caras,
huesecillos en medio de un bodegón de estereotipos.
Clausurada la sala eluden mirarse a los ojos:
ninguna reconoce haber participado en la fiesta.
Gotea la memoria, espesa, sobre la vida.
Dibujando contornos, haciendo burbujas, dejando huecos.
Se solidifica luego, pero no parte:
molde sobre el que copiarnos los vacíos.
El olvido se anuncia como una sinfonía de agujeros.
Vendrá el optimista con el último recuerdo,
a decirnos que el horizonte más negro era solo un puntito
en el que habíamos dejado empeñada la vista.
Vendrá el optimista cuando ya no queden
aire ni pulsaciones ni pieles ni verdades… Ni caras.
Vendrá a pedirnos que retiremos los ojos
cuando ya estemos ciegos y solo busquemos
un misterio sencillo como un cuerpo desnudo.